Lo que no está escrito.-




Querido don Rafael, me impongo complacido el tratamiento y por supuesto el “usteo” después de haber leído, sobrecogido, “Lo que no esta escrito”, su thriller psicológico, subgénero de novela negra, estructurado de manera tan original.

Excursión de fin de semana por la sierra como escenario, contemplado de lejos, a través del filtro de un secuestro novelado, por una espectadora-actora, complicada e implicada con lo que ha pasado y está pasando. Dos secuestros paralelos. ¿La misma salida? Tensión y pánico. Me ha gustado cómo resuelve su última novela.

Sus personajes están muy bien definidos. Marido y padre tanto más cabrón cuanto más fracasado. Perfecto hasta la nausea. Esposa y madre a la eterna defensiva, neurótica y pajillera. Como para demandar su incapacidad legal como tales. Si hubiera exámenes y reválidas para ello, hubiera obtenido el título “corruptione mediante”. El hijo, como consecuencia, un borderlaine hasta la exasperación, que empuja al lector a pensar tirarle el libro a la cabeza para tratar de despertarle y que remita a sus progenitores a mierda. La novia del padre, un punto final provisto de guadaña, susceptible de haber salido del laboratorio del Dr. Frankenstein. La madre se pierde, se pierde… La novela dentro de la novela pasa con  sabias pinceladas impresionistas por un buen pastiche, aunque eso no nos importa tanto sino el fin que pretende, y eso lo logra, del todo en la neurótica, y en el lector, en ocasiones, “tamquan per ignem”.

Tres historias —padre e hijo, madre,  y secuestro—  en una que es la verdadera tienen que conducirnos necesariamente al misterio. Explicar éste con facilidad le restaría credibilidad, y pienso que no lo requiere mientras se considere al hijo fronterizo. Funciona.

Tiene usted razón. Los lectores somos muy  entrometidos y muchas veces acabamos interpretando lo que no está escrito, en ocasiones lejos de ello, o incluso en otras contrariamente a lo que sí está escrito.

Si, usted, además, anima a que cada cual campe por sus respetos e interprete ad libitum lo que no está escrito, el misterio pasa a follón, y podemos encontrarnos con que a alguien se le ocurra  decir y diga que “lo que no está escrito” cuestiona de forma desvergonzada el mito de la familia. Con palabras gruesas: que se ha cargado usted la institución familiar. ¿Ha captado que al pronunciar esta última frase he bajado el tono,  y he impostado la voz para darle solemnidad?
(Pausa)

¿Lo hace? Pregunto. Ni se le ocurra contestarme. Aunque ya sé que es usted muy educado, y por no faltar —como si lo oyera— diría con una sonrisa todo horizonte que le gustan la aceitunas partidas.

Nunca hubiera escuchado mejor respuesta, porque Hegel me sabe a aceituna partida. No se asombre. Lo leí hace mas de mil años a base de cervecita y platito de olivas, y ya con Engels llegué al empachó y casi las aborrecí para siempre. Nunca entenderé que nadie haya podido leer a semejantes cabezones si no es empujándose con manzanilla y aceituna partida, bien amarga. No obstante, entiendo que a base de interpretar lo que está escrito y lo que no, cualesquiera pueden seguir pensando en la familia (love & onion) como palo del sombrajo que debe resistir el paso de todo ciclón, y hasta que llenen la plaza de Cristóbal y el Paseo del Prado y la Castellana entera con bendición urbi et orbe, y además le lleven flores a María. ¡Qué ciegos! Si estamos todos inmersos en la misma puta mierda.

Eso pasa por animar a que el lector interprete lo que le dé la gana, esté escrito o no. Dicen que es usted un decadente, un pesimista más triste que Schopenhauer, por lo que no sé como puede vivir sin que la mitad de la humanidad no se haya pegado un tiro con la recortada y la otra mitad no se haya arrojado al mar por  la borda de un crucero (los ricos y los jubilados), y los sujetos a un ERE, funcionarios y parados, a la vía del metro o a los pies de los caballos de la policía. Eso sí, previo gesto floral que ponga un detalle estético.

Mire, a pesar de todo lo que interpreten como quieran lo que no está escrito, estoy con usted, porque el mundo está de tal manera que me sorprende que no haya más recortadas, y que la gasolina siga siendo barata, porque lo que está corrupto no es solamente el sistema financiero, el político, y el social, sino nuestra propia cabeza. Lo que no alcanzo a adivinar es quien tiene la culpa, aunque me lo imagino. ¿Sabe usted de algo o alguien puro? Me preocuparía. ¡Si hace siglos no encontraron ni siete y hubo que prenderle candela a todo!

Pero volviendo a lo que está escrito. Exageraría, y además usted no me tomaría en serio, si dijera que lo que no está escrito es una obra maestra como decimos de La metamorfosis de Kafka, o de En el corazón de las tinieblas de Conrad, o de La Familia de Pascual Duarte de Cela, pero sí digo, sin exagerar, que es usted un maestro y que es su mejor novela hasta ahora. No me sorprende que su colega Antonio, diga que es la novela que a él le gustaría haber escrito. Es listo el tío. Y a mí. Muy cordialmente.
© jcll. Preludio. Noviembre 2012.

Bárbara Fernández ha vuelto en Otoño.-



El último libro de Bárbara Fernández, En Otoño también amanece,  desarrolla, de manera muy plástica, cargado de fina ironía para no escurrirse por lo más fatal de la existencia, una idea que ha sido una constante a lo largo de la historia del pensamiento desde la Metafísica de Aristóteles: “El ya, pero todavía no”. Una idea poderosa que la autora  convierte en el hilo conductor de los quince relatos que conforman el libro.  
Agustina, la protagonista de todos ellos, es una mujer madura, que no cae en el error de sepultarse, ni considerar que lo que le queda de vida puede ser una última oportunidad de recuperar la juventud, ni siquiera de vivir aquello que no vivió de joven, aunque se jubile para poder viajar todo lo que antes no pudo. No se trata de enmendar lo que se es, que eso es imposible, sino de seguir siendo donde casi todo es aún posible, menos para su marido.  Sus propios hijos y todo su entorno social se encargan de recordarle que ya ha sido, que es vieja (mayor), y tratan e inmovilizarla en su tiempo. Pero ella se empeña en dejar patente que ser mayor significa también, que, a pesar de haber sido, se sigue siendo. Que lo que se ha sido está ahí, pero todavía se es, y es tan importante el ser todavía y su plenitud, como el pasado, el haber sido. Que el “Ya”, solo lo declara la muerte, y Agustina quiere ser y será inmortal mientras viva.
Bárbara Fernández propone en su colección de relatos que no hay una forma preconcebida de ser mayor. Que lo permisible es un logro incontestable y que cabe involucrarse al máximo en el “todavía no” poniendo en funcionamiento todas las posibilidades. Las historias de Agustina se construyen sobre sus recuerdos para ir conformando un puzle que siempre será incompleto mientras siga nutriéndose de sus necesidades, de sus deseos, de sus esperanzas y de sus pasiones, en el que el azar es un elemento más de la construcción.  La autora no ha querido ponerse límites dejando de explorar el aspecto más carnal de la condición humana, más bien al contrario, lo ha dejado claramente abierto al utilizar con elegancia, como una metáfora más allá de lo literario incluso, el recurso al “picardías” de la protagonista. Agustina vuelve de cada aventura sin estrenarlo, aunque deseos y oportunidades no le han faltado. Abrir esa ventana como Bárbara lo hace es el guiño más inteligente que tiene para todos sus posibles lectores, incluso para aquel segmento muy determinado entre los que hubiera querido contar con su consideración más virtuosa. Existe, debe existir, para el viejo, a pesar de todo, ese mundo fabuloso que le da mayor sentido al “todavía no”, mientras cae la tarde.
En Otoño también amanece está escrito de una manera tan ágil que, no sólo facilita una lectura ávida, sino que el propio ritmo de las palabras lleva al lector a dejarse deslizar con suavidad hasta su punto final. Un relato lleva a otro sin solución de continuidad y el lector se queda con  cierto anhelo de más historias. Es un libro escrito con un estilo sencillo, perfilado y muy coloquial. Tiene una portada atractiva, acorde con el contenido de la obra, e induce a la compra y, por supuesto sin duda, a la curiosidad de los asiduos a los mostradores de las librerías. Su prólogo, de Fernando Clemot,  a mayor abundamiento, es como un foco que llama poderosamente la atención sobre título tan sugerente.
© jcll. Preludio. Noviembre 2012. 

Amarillea


Sigo en el monte solo mientras amarillea. Al sol le cuesta madrugar cada día más. Antes que se diluya la oscuridad,  me pongo las botas, meto en la mochila un chusco de pan con queso  y media bota de vino áspero en busca del sendero perlado de rocío que me suba hasta arriba. Echo de menos a “Duro”, un pointer acanelado, que, viejo,  murió la semana pasada metido de lleno en su oficio al precipitarse en un barranco detrás de una zorra jovencita. Bajé a por él con el corazón en la boca, tenía las piernas rotas, la cabeza ensangrentada y  estaba tan mal herido, que me pedía con la mirada que lo dejara ir con orgullo.  Le tiré con los ojos cerrados. Al abrirlos se me escaparon las lágrimas. La escopeta se quedó estupefacta mientras lo cubría con unas piedras al abrigo de fieras que no llegaron a ser enemigas.  No he vuelto a pasar por aquel recodo de la sierra. Desde entonces ando solitario sin el arma. Me interno en el bosque, entre los robles y las hayas. Los eucaliptus parecen fantasmas varados en la bruma. Escucho el graznido de unas abubillas que parecen  llamarse a gritos. Me cruzo con las huellas de una pareja de jabalíes y echo de menos mi vieja escopeta. El bosque resuena misterioso al compás de mis pasos.  No hay camino, pero bordeo la corriente del arroyo que se precipita entre las piedras y el musgo. Las últimas lluvias han despertado todas las fragancias. Los níscalos, los rebollones, las amanitas, los anizcles,  las mículas y otras mil setas y hongos empiezan a hacer del otoño una fiesta. Me gusta caminar por el monte solo, con la mochila a la espalda y el poncho sobre los hombros.

Medusa. La última novela de Ricardo Menéndez Salmón.


Medusa, la última novela de Ricardo Menéndez Salmón, todavía con la tinta fresca,  es una novela de impacto en las conciencias, cuyo mayor logro, desde mi punto de vista, es hacer bienaventurada la literatura. No porque dé respuesta alguna, sino porque vomita todas las preguntas, aunque ciegue toda esperanza en la condición humana.
          El siglo XX, que no ha sido el de las luces, sino el de la oscuridad como horror en el peor sentido conradtiano, ha sido, sin embargo, el siglo de la imagen como testimonio de la realidad que nos rodea, a través de la fotografía, el cine y  la televisión. Pero, no una imagen inocua, o aséptica, que no le hubiera bastado al protagonista de la novela, sino, una imagen artística, siendo ello su peculiar virtud. La imagen de la desdicha, el espanto, y la maldad humana gestionada de manera  primorosa y eficaz por Prohaska, un hombre incógnito, sin rostro, cuya biografía, ha rescatado Ricardo Menéndez del subconsciente de la  memoria de la humanidad. Un personaje contradictorio en su perfil sicológico, cuyo modelo se reproduce con más frecuencia de lo deseable en hombres ruines cuya obra admiramos. Por una parte, es una figura impía, sin emoción, “borderline”, y por otra, ostenta afectos contrastados. Dicho sea a modo de ejemplo: Un nazi sin vocación, llamado a serlo, amigo de un judío. Pero que nadie piense que va de ello la historia.  Eso es sólo anécdota.
          Su personaje  nos presentará  la maldad en su esencia, sin siquiera procurar evitarla,  quizás por la razón de que la maldad es esencial a la condición humana, inevitable, y por ello, no es que sea baldío ocultarla, sino que en necesario mostrarla. En su trabajo no hay moralidad, sino belleza y eficacia por más cruel que sea. El Siglo XX con su portentoso adelanto técnico y científico ha sacado lo peor de nosotros mismos. Eso es retratable de manera exquisita, aunque resulte pavoroso. La realidad necesita ser conocida, cierto, pero volvemos a preguntarnos si nos vale la estética cuando, “velis nolis”, es imposible la ética para el hombre anodino que somos, para el hombre sin rostro.
          Ricardo Menéndez Salmón, con una prosa muy elaborada, exacta, preñada de metáforas poéticas y comparaciones necesarias que dejan al aire la superficialidad, a veces, de la palabra, nos trae su nueva novela: Medusa (Seix Barral). Una novela corta e intensa cuya lectura se hace imprescindible en el conjunto de su obra, como parte de la trilogía del mal.  
          La inteligencia del título al final del libro es el broche que cierra la historia con ansias de mito. Al revés también, aunque el mito vuele raso.

©Preludio  09/2012

         

Septiembre


A estas alturas del mes de septiembre se han terminado las vacaciones y es tiempo de volver al tajo. Pero, no es así. Hace años que no tengo vacaciones y mi vida se rige por las estaciones. Sin embargo éste año, por una serie de circunstancias que no voy a referir, no ha venido el verano para mí. No me refiero al climatológico, que ha resultado espantoso, sino a lo vivencial, al mundo de los sentidos. Vino San Juan y no me enteré, no supe ver cómo la claridad se imponía,  en julio, obligaciones que tomé como propias condicionaron mi vida, más de lo que podía imaginar.  A cierta edad ya no puedo permitirme muchas cosas. Teóricamente deben quedar pocos julios en mi calendario. En Agosto por mor de la costumbre y exigencias ancestrales hubo que estar junto al arribo de las olas. No resistí más de seis días y huí en busca de una silla, un buen libro, un botijo y la sombra de una higuera. Sin embargo, —y eso es lo que me resulta más triste—  no me enteré de que era momento de comer el fruto. Todas las mañanas de agosto de mi vida de adulto he desayunado unos higos recién cogidos, con unas cortadas de jamón dentro, una tajada de queso curado y un vaso de vino. Esta mañana los he descubierto todos en el suelo, alrededor de la silla y del libro abierto. La misma silla, el mismo libro y el botijo medio vacio. Terrible. Es verdad que en varias ocasiones me escapé sólo en busca de horizonte, que el sol me diera en la cara cuando yo salía de la noche y él emergía del azul oscuro. Era un reto. Acudíamos ambos como si hubiéramos pactado una cita diaria. Luego se alejaba con la indiferencia de un viejo amigo  mientras yo trataba en vano de varar el barco en la línea del horizonte.

Y ha venido septiembre. Un mes para el otoño que deprime la esperanza. ¿Cómo no, si la luz se va apagando?

La vendimia ha empezado en algunos sitios y las avispas abruman. La cabras bajan del monte y sigue sin llover desde la primavera. No sé qué será si no llueve. Morirá todo. Yo  también si dejo de cumplir cada día cuarenta y dos años.

©Preludio 2012

 

 

“Los que llegan por la noche”. Un libro de relatos de Vicente Marco.Reseña.


“Los que llegan por la noche”.
                                      

“Los que llegan por la noche”, tienen que ver con el infierno de Dante. Al menos con la sentencia novena del libro 2º de la Divina Comedia. Vicente Marco, como otro Virgilio, nos guía por los caminos de la desesperanza. “Los que entráis, perded toda esperanza”, pero no por una conducta viciada, como diría el poeta, sino por la propia existencia, insiste el autor de los cuentos. 

Once relatos sin esperanza, donde la lógica, lo que debe acontecer está fuera de toda regla. Lo normal, la vida, es lo que ni puede ni debe ocurrir, y hay que subvertirlo, para que no cunda sin absurdo. En el principio de cada personaje hay un pecado original por el solo hecho de haber nacido y su voluntad no cuenta. Todo protagonista vivirá su situación con un sentido de culpabilidad incomprensible. Culpable de ser. Lo que contagia al narrador también, y al lector.

Al leer cada uno de los cuentos, el lector no puede sustraerse al verse, como los personajes de los cuentos, dominado por fuerzas extrañas contra las que la propia voluntad es insólita. Nadie puede negarse a ser Juan Monterde, porque todo el mundo tiene un cadaver debajo de su cama. Nadie puede dejar de ser Rández, ni se le ocurre dar media vuelta y dejar al enviado de la Organización con la palabra en la boca. Sería impensable. Sería dar pie a la esperanza. Cualquiera, huyendo de no se sabe qué, acabará encerrado en un lugar sin salida. ¿Acaso no es eso la muerte? ¿Y qué esperanza hay que pueda oponerse a ella?  La muerte es otro referente de los que llegan por la noche. La muerte de la que cada personaje quiere escapar cuando cae en ella. Escapar para volver a la vida anterior siempre inacabada, ya que su salida ha sido absurda e incomprensible.

Los que llegan por la noche son seres desarmados, que sólo oponen la evidencia del absurdo ante el ser poderoso que los maneja y a los que no escucha. Para qué, si todo está escrito  No hay respuesta para ello. Se obedece y basta. Luchar por un destino que no les pertenece es el verdadero absurdo. Así mueve Vicente Marco a esos personajes diáfanos, casi simbólicos por los que como lectores tomamos partido, nos sentimos identificados.

Qué gran logro el de este autor, que con su escritura fácil, sin alambiques, directa, con un talento extraordinario para los diálogos, nos lleva por donde quiere. Se apodera de nosotros con una fuerza poderosa y extraña. “Los que llegan por la noche” es un libro de relatos imprescindible en el panorama literario del cuento breve. Publicado por “Versos y trazos”, con una portada fascinante.
Leer los cuentos de Vicente Marco ha hecho que me sintiera cerca de Virgilio y de Dante. 

El collage de Orson Beans, de Vicente Marco. Reseña


Te gustará. Seguro. Es de los autores que escriben como a ti te gusta, me dijo mi librero José Luis Rodríguez, en Bibliocafé, mientras me ponía en las manos “El Collage de Orsson Beans”. Además fue finalista del premio Ateneo de Valladolid”, añadió.

Todavía estaba ojeando su extraña portada, tenebrista, que me llevó a acordarme de José de Ribera, el Españoleto —que casualidad—, me trajo otro libro de Vicente Marco, también de sugerente portada.  Llévatelo también y ya me dirás. ¡Qué raro que no conozcas “Los que llegan por la noche”!

Pero de este libro de relatos hablaré otro día.

Me los llevé expectante y comencé a leer de inmediato los dos a la vez. Del  libro de relatos sólo diré que fue fácil dejarlo después de primer cuento, porque como cada cuento, acaba en si mismo. Leí el primero a la espera de deponer testimonio en una vista judicial, y cuando entre en la sala y el Sr. Fiscal me vio el libro, no pudo apartar la mirada del mismo, y me entró miedo, por si me decía que me llamaba Juan Monterde, que había nacido el seis de marzo de 1966, y que había matado a un hombre. Escondí el libro en mi bolso, pero el fiscal no dejó de mirarme.

De la novela no pude desprenderme y eso que ese collage, siendo tan barroco, no es de fácil lectura, lo que no significa que no resulte atrapante.  El arte no debe explicarse ni tampoco aventurarse, nos dice el narrador de la novela. Tanto más, cuanto más excelso resulta y este collage resulta. Es cierto que es una novela de ida y vuelta continua, como todo cuadro barroco, por más que pretenda ser abstracto, además preñado de luces y sombras, de esencias y de apariencias al estilo de Caravaggio, o mucho mejor del Españoleto, dos pintores de la contrarreforma. El Españoleto de Vicente Marco teje su obra en el mismo corazón de la tierra de Calvino, como contraste con está nuestra que se incendia y nos incendia a todos, de la que huimos.

En un país donde sólo es lo que és, lo que se toca, y se mide, Vicente Marco urde una historia donde nada es como es, nada es medible, ni cuantificable, ni siquiera lo que pudiera parecer a primera vista. Todo tiene dobles y terceras lecturas, porque la esencia de las cosas es no ser lo que parece.  

Desde el punto de vista literario me parece una obra fantástica en todas las acepciones que la Real academia atribuye al adjetivo.  Es un texto quimérico, fingido, que no tiene realidad y consiste solo en la imaginación. Perteneciente o relativo a la fantasía. Es presuntuoso y entonado, pero también es excelente y magnífico. Añadiría que es atrevido, muy atrevido, innovador y  que rompe muchos de los esquemas de la novela convencional. Es muy sorprendente.  

Sin embargo no cabe etiquetar a Vicente Marco en ninguna fantasiosa generación de escritores, sino solo en la de la buena literatura, aunque no viva ni en Madrid ni en Barcelona, sino en Valencia.

Otro día hablaré de los cuentos.

Preludio 2012 ©




El temor a la palabra.


Siempre me ha parecido una exageración el temor al encuentro con el folio en blanco. Esta noche también me lo parece. El folio lo admite todo y ese es el problema: dejar impresa la palabra. ¡Es tan poderosa!

El escritor no tiene miedo al blanco de la hoja, sino a la palabra, especialmente a que se disuelva de cualquier manera.

Por ello seguiré siendo su dueño y no escribiré ni una, aunque sepa, al menos, por esta noche de luna llena.

La recomendación de mi librero.


Por recomendación de mi librero, José Luis, de Bibliocafé, me llevé para leer en el inicio de las vacaciones de verano dos libros de Vicente Marco. “El collage de Orsson Beans, finalista del premio Ateneo de Valladolid, y una colección de relatos  que titula “Los que llegan por la noche”.

Acertada recomendación, que ha puesto sorpresa y un toque fascinante, mientras la sombra del Montcabrer se impone a la noche, que es cuando suelo leer.  

A lo lejos los grillos ponen un contrapunto a los ladridos de los perros que le ladran a la luna, hasta que el silencio se hace grande en la oscuridad y me devuelve a la lectura de Vicente Marco. Un gran hallazgo para mí.


El mal fario



Ignoro cuanta gente consulta a Tiresias o a Calchas sobre nuestro devenir. Aunque para ciertas cosas no es necesaria la consulta.
Es notorio que nuestro presidente tiene mal fario, y que además lo contagia a los que le siguen y a aquello que de él depende. No es difícil que ocurra si además, sus coadjutores más directos son gente tan triste como  Gallardón, Guindos, Montoro, Sáenz de Santamaría, Báñez y otras que a su mal fario y a su tristeza hay que añadir que no tienen flujo; lo suyo es salfuman.  ¿A que sí, Andrea?
Por poner un ejemplo, ¿no fue a Rajoy al que le pasó lo de los hilitos de plastilina cuando lo del Prestige? ¡Hay que tener mala suerte, no!
¿No hay nadie más en el PP al que no le persiga tanto el mal fario?  Otro Aznar, no, por favor, que ese además era subinspector de hacienda venido a más, con cinco rosas prendidas y las flechas de su haz.
Confieso que no soy supersticioso, pero cada vez que veo aparecer a Mariano en televisión o que va al Congreso o a Bruselas, ensayo un conjuro.
Pero no tiene arreglo. Si hasta Fernández Kirchner se nos subió a las barbas en cuanto vio el retrato de Rajoy, y aún dijo que no solo no pasaba nada, sino que además le daba risa.
Yo, desventurado, voté al PP para castigo de Zapatero y algo de Rubalcaba que en algo va servido también en lo del mal fario, pero ojalá se me hubieran roto las manos antes de enseñar el carnet y dar la papeleta para las urnas.
Noté lo del mal fario enseguida, al cabo de dos semanas. Si hubiera instrumentos medidores del tal cosa, el medidor hubiera reventado enseguida por arriba.  El mal fario se me cayó encima, y encima de casi todos los españoles por culpa de los imbéciles como yo que se nos ocurrió poner en tan malas manos nuestra suerte. Si ya estábamos jodidos, ahora más todavía. Lo malo es que no sólo lo dicen, sino que lo desean y lo aplauden. ¡Hay que tener jeta! Igualito, igualito que lo de la plastilina.
Lo malo es que esto no tiene remedio. Su mal fario es congénito y España se hunde en la miseria mientras esté mandando un gafe tan señalado y tan acompañado de tantos gafes. ¡Gente triste!
No es cuestión de saber o no saber, —aunque Rajoy también sabe poco—. Por no saber, no sabe ni inglés, ni alemán. ¿Cómo no le van a engañar, si no se entera de lo que platican en sus mismas narices, los europeos del norte, tan mercachifles, tan protestantes, tan hijos de puta ellos, que sólo desean hundirnos desde aquello de los tercios de Flandes?
Además, no se olvide, que la señora Merkel, mi führer, a su salfuman se une también lo del mal fario, y, quede por cierto, que mientras ella esté al frente de Europa, Europa se va a la mierda, como siempre se ha ido cuando los alemanes han querido mear fuera de tiesto, lo que, por desgracia, acostumbran a hacer un par de veces por siglo.     
 ¡Qué mala suerte!
Preludio  07/2012 ©



 AYUNTAMIENTO

DE

MOLINA DE SEGURA


 
GABINETE DE PRENSA












58 libros aspiran a ganar el Premio Setenil al Mejor Libro de Relatos Publicado en España, convocado por el Ayuntamiento de Molina de Segura





La Concejalía de Cultura da a conocer la relación de obras presentadas a la novena edición de este Premio, dotado con 10.000 euros para el autor ganador







El Premio Setenil al Mejor Libro de Relatos Publicado en España, convocado por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Molina de Segura, se ha convertido en el principal galardón de referencia en nuestro país en el género del cuento. Así lo demuestra la gran participación por parte de editoriales y autores de toda la geografía nacional, habiéndose presentado a esta 9ª edición 58 títulos.



El premio está dotado con 10.000 euros para el autor de la obra ganadora. El jurado lo preside la escritora Cristina Fernández Cubas, una de las figuras más destacadas del cuento en lengua española, quien ganó en 2006 la 3ª edición del Premio Setenil con Parientes pobres del diablo. Le acompañarán en el jurado el escritor y articulista Antonio Lucas, colaborador de El Mundo, y el crítico y catedrático José María Pozuelo Yvancos, colaborador de ABC. Está previsto que el jurado emita su fallo en noviembre. El premio se entregará en Molina de Segura en diciembre de 2012.



Los ganadores de anteriores ediciones del Premio Setenil han sido: Alberto Méndez, por Los girasoles ciegos; Juan Pedro Aparicio, por La vida en blanco; Cristina Fernández Cubas, por Parientes pobres del diablo; Sergi Pàmies, por Si te comes un limón sin hacer muecas; Óscar Esquivias por La marca de Creta; Fernando Clemot, por Estancos del Chiado; Francisco López Serrano, por Los hábitos del azar; y David Roas, por Distorsiones. Los jurados fueron presididos, respectivamente, por Juan Manuel de Prada, Luis Mateo Díez, Luis Alberto de Cuenca, Ana María Matute, José María Merino, Javier Tomeo, Andrés Neuman y Fernando Iwasaki.



RELACIÓN DE LIBROS PRESENTADOS AL IX PREMIO SETENIL 2012 




Título
Autor
Editorial
1
Sueños, espejismos y otros laberintos
Jesús Morata
Círculo Rojo
2
Los caníbales
Iván Humanes
Libros del Innombrable
3
Los meses cuentan
Maribel Romero Soler
Visión Libros
4
Calle Aristóteles
Jesús Ortega
Cuadernos del Vigía
5
El monstruo en mí
José Ignacio Becerril Polo
Saco de Huesos
6
Carne de mi carne
José María Tamparillas
Saco de Huesos
7
Palabras menores
Juan Ramón Santos
De la luna libros
8
Animales y carreteras
Arturo Enríquez
De la luna libros
9
Paraíso posible
Pilar Galán
De la luna libros
10
Sed
Marino González Montero
De la luna libros
11
Lisboa
Javier Morales Ortiz
Editora Regional Extremadura
12
La soledad del azar
Juan Cobos Wilkins
Almuzara
13
Cuentismos y espejos
José Miguel Desuárez
e.d.a. libros
14
Fricciones
Pablo Martín Sánchez
e.d.a. libros
15
Gente que nunca existió
Miguel Sanfeliu
e.d.a. libros
16
Polos opuestos
Antonio Parra Sanz
Ediciones Atlantis
17
El viajero inmóvil
Ramón Rodríguez Pérez
Paso de Cebra
18
Discordancias
Elena Casero
Talentura
19
Lo que tarda un caramelo
Clara Redondo
Talentura
20
Los otros mundos
Rosana Alonso
Talentura
21
La suave piel de la anaconda
Raúl Ariza
Talentura
22
El enmendador de corazones
Ricardo Reques
Alhulia
23
Los que miran el frío
Francisco Onieva
Espuela de Plata
24
Limones dulces
Marian Torrejón
Libros Certeza
25
El susurro de los arbustos
César Romero
Paréntesis
26
Los pequeños placeres
Miguel Sanfeliu
Paréntesis
27
El vigilante del fiordo
Fernando Aramburu
Tusquets
28
Conversación
Gonzalo Hidalgo Bayal
Tusquets
29
Hacerse el muerto
Andrés Neuman
Páginas de Espuma
30
El final del amor
Marcos Giralt Torrente
Páginas de Espuma
31
Los ensimismados
Paul Viejo
Páginas de Espuma
32
El mundo de los Cabezas Vacías
Pedro Ugarte
Páginas de Espuma
33
El fin de la raza blanca
Eugenia Rico
Páginas de Espuma
34
Casi tan salvaje
Isabel González
Páginas de Espuma
35
El libro de los viajes equivocados
Clara Obligado
Páginas de Espuma
36
Trastornos literarios
Flavia Company
Páginas de Espuma
37
La suma y la resta
Irene Jiménez
Páginas de Espuma
38
Segunda residencia
Margarita Leoz
Tropo Editores
39
El desierto avanza
Ubaldo Rodríguez
Alfar
40
El libro de las horas contadas
José María Merino
Alfaguara
41
La sombra de las horas
Luis Miguel Morales Peinado
Círculo Rojo
42
Vareando nubes
José Antonio López Rastoll
Atlantis
43
Crónicas de lo imposible
Lur Sotuela
La Barraka
44
Geometría del azar
Fernando Palazuelos
Baile del Sol
45
Cuentos del desamparo
Tomás Val
Menoscuarto
46
Esquina inferior del cuadro
Miguel A. Zapata
Menoscuarto
47
El reino de la nada
Emilio Gavilanes
Menoscuarto
48
Manual para coyotes
David Ruiz
Menoscuarto
49
Habitaciones privadas
Cristina Peri Rossi
Menoscuarto
50
Pareja de hecho
José Carrasco Llácer
La Fábrica de Libros
51
Elocuencia de un tartamudo
Eduardo Halfon
Pre-Textos
52
Mañana nunca lo hablamos
Eduardo Halfon
Pre-Textos
53
Historias de un dios menguante
José Mateos
Pre-Textos
54
Viajes
Juan Ignacio Ferreras
La biblioteca del laberinto
55
En el baño
Fernando Molero Campos
Alhulia
56
Escritores
Salvador Gutiérrez Solís
El Olivo Azul
57
Tangram
Juan Carlos Márquez
Salto de Página
58
Ensimismada correspondencia
Pablo Gutiérrez
Lengua de Trapo

Molina de Segura, a 13 de julio de 2012