DEL AMOR AL ODIO SOLO HAY UN PASO
Gonzalo Santolaya, un
diplomático destacado en Estocolmo, es el protagonista y narrador de la primera
novela de José Carrasco Llácer, El fiel
torcido de la balanza, un título
claramente alusivo a la arbitrariedad de la justicia. La historia comienza
cuando Gonzalo recibe la noticia de que su amante, Diana Cifuentes, una famosa
periodista y escritora, se encuentra ingresada en el hospital de Barcelona en
estado muy grave. El diplomático cancela sus compromisos profesionales y
emprende un viaje; el primero de una serie de trayectos que lo llevan hacia
delante y hacia atrás en el tiempo.
Esta estructura
cronológica es uno de los activos del relato, pues le confiere dinamismo sin
crear confusión en el lector. Como ocurre en el mundo real, los personajes
viven el presente pero también el pasado al evocar sus recuerdos.
A través de estos
recuerdos, Gonzalo describe su relación con Diana y los problemas que ello le
ocasiona con su esposa, miembro de uno de los sectores fundamentalistas de la
Iglesia Católica que se niega al divorcio. Diana, por su parte, es ex amante de
un importante editor con ciertos rasgos psicopáticos que detenta gran
influencia social e interviene desde la sombras del poder para frustrar una
relación que afecta a su orgullo. Con distintos mimbres se teje una red de
traiciones y venganzas en las que se ven atrapados los personajes.
Carrasco eligió con
acierto como protagonistas a un diplomático y novelista de fama, dos privilegiados que se mueven en los estratos
más altos de la sociedad, para poner de manifiesto que ni el dinero ni el status social nos protegen de los más feroces golpes del destino, ni del
malestar de la existencia. Hasta el más lujoso palacio se puede derrumbar en un
instante como un castillo de naipes. Y así, Gonzalo se ve de repente envuelto
en una serie de situaciones límite que demuestran la fragilidad y
vulnerabilidad de la naturaleza humana, siempre al albur de las decisiones de
otros y de las cambiantes circunstancias.
El autor entreteje
los avatares de los protagonistas con una doble crítica al mundo editorial y a
los sectores recalcitrantes del catolicismo. En torno a la idea del plagio,
Carrasco arremete contra el lado oscuro del mundo editorial, el fraude de los
concursos literarios, la inmensa mayoría amañados en beneficio de unos cuantos
amiguetes. Tampoco se arredra a la hora de poner en solfa a los sectores
extremistas de la iglesia y sus tácticas hipócritas.
Sin tremendismos ni
truculencias Carrasco traza un retrato descarnado del ser humano, de cómo el
amor mal entendido degenera en odio y afán destructivo. Cuenta hasta dónde
puede llegar un amante despechado por
resentimiento y afán de venganza. La historia de Gonzalo y Diana es esencialmente universal, podría haber ocurrido en cualquier
época y lugar del mundo, aunque en el libro se sitúa en escenarios
cosmopolitas: Estocolmo, Barcelona, Madrid, etcétera.
La música desempeña un papel importante en el relato a
modo de banda sonora inaudible pero presente, una señal del amor del autor
hacia ella.
Escrita con un estilo
sobrio de corte clásico, El fiel torcido
de la balanza recuerda una de aquellas películas en blanco y negro, con un
guión sólido, personajes creíbles de carne y hueso, punteada por la presencia
de la música que acompaña la acción sin grandilocuencia ni golpes de efecto.
Si tuviera que
definir la novela usaría tres palabras: Libertad, honestidad y profundidad. Libertad porque Carrasco escribe
libremente sin acomodarse a las modas imperantes: psicothrillers sanguinarios y
erotismo desnatado. Honestidad
porque plantea un dilema de enjundia ética y moral que en la mayoría de la
literatura de consumo actual no tiene en cuenta. Y profundidad como resultado de los dos anteriores y porque no se
queda en la piel de las cosas o de los hechos.
©Bel Carrasco. Noviembre,
2013