A propósito de la Cuarta.

Tengo una amiga especial a quien no le gusta Mahler. Dice que, después de Bach, Haydn y Mozart, ya no hay música, sino ruido.  Las emociones más puras no precisan de ruido, sino de silencios entre los que deslizar el sonido armónico sin necesidad de excesivas peculiaridades instrumentales. Si acaso, el adagietto, tantas veces escuchado, puede resultar excelso.
Si por ella fuera, el Mahler, monstruoso, revolucionario e innovador continuaría sumido en el ostracismo y la repulsa por su rebeldía anticartesiana, por su cosmos caótico y, quizás,  hasta por su judaísmo. También el nazismo contribuyó a su anatema. ¿Para qué un mundo nuevo musical, cuando en música todo estaba dicho? Debió de entenderlo, remachó mi amiga, al constatar que era preterido en la Viena coetánea frente a Richard Strauss. Mejor director de orquesta que compositor.
Tenía tantas cosas que rebatirle a mi amiga que preferí callar. Ni siquiera preguntarle si le gustaba el jazz. Ya sabía su respuesta. Hay muchas maneras de expresar de manera venturosa las emociones. “Nihil novum sub sole”, diría mi amiga, pero hay tantas maneras de ver lo inmemorial, que resulta  muchas veces hermosamente nuevo. Además, ¿desde cuándo no hay nada nuevo?
Eso pensaba al abandonar el Palau de la Música el pasado día trece después de escuchar la Cuarta Sinfonía de Mahler.

2º Premio de Relatos Cortos con fondo sonoro. Palencia.








La Asociación de Amigos de la Fundación Diaz Caneja de Palencia convocó en 2018 el Segundo Certamen literario de Relatos Cortos con fondo sonoro.  El jurado otorgó el segundo premio al relato titulado La Cuarta Sinfonía, cuyo autor es José Carrasco Llácer.

El relato describe la vocación musical de un niño  en el medio rural y hostil en el que vive, donde, de manera liberadora, va descubriendo en los sonidos más cotidianos  los acordes de las grandes obras de la música clásica, pero también los estribillos en torno a los que surgen los temas de Gerwin, el Blues o las melodías de Billy Holliday.

Una crónica sesgada.





Miércoles, 30 de octubre de 2018. 19’00 HH. Tertulia de Primado Negra. Autor: Chester Himes. (1909-1984).
Novela: Un ciego con una pistola. 


Chester Himes empezó a escribir en la cárcel en la que estuvo nueve años y puede que lo hiciera para ganarse la consideración de quien escribe y le publican, además de ganarse la vida, pero, sin duda, fue precursor, dentro del género de la novela negra, de ciertos recursos literarios que han servido de guía para escritores y cineastas. 
No procedía de una familia negra desestructurada, sino de cierta clase media acomodada que le procuró formación universitaria. Es posible que su ánimo inquieto, ávido de experiencias, le arrastrara a los bajos fondos de la vida neoyorkina de la que pudo extraer, además de una condena, paisaje y personajes para sus novelas. 
Asqueado o temeroso de su entorno huyó a Paris desde donde escribió gran parte de su obra. Luego, casado con una mujer blanca, se instaló primero en Alicante y, tras pasar por Argel, en Moraira en 1969. Está enterrado en el Cementerio de dicha localidad en una tumba casi desconocida. Si se interroga a los mas viejos del lugar, puede que alguno recuerde: “... aquel negro casado con una rubia inglesa”. 

Chester Himes es un escritor violento, que escribe desde las tripas, desde el dolor y la falta de confianza en el ser humano. Al parecer, es el primer escritor negro que se atreve con este tipo de literatura. ¿Literatura de Kiosco? ¿Subgénero para el entretenimiento? La novela negra, policíaca o criminal, era y es una escritura esencialmente comercial hasta que Vázquez Montalbán la dignificó. ¿Urbi et orbe? Puede. Pero con dudas. En la literatura criminal ha habido y hay buenos y malos escritores. Algunos recuerdos de infancia me conducen al kiosco de la plaza donde algunos parientes cercanos, lectores irredentos, cada semana compraban novelas policiacas, negras, –del FBI, se decía entonces­ para distinguirlas de las novelas del Oeste–, y, después de leídas, solían cambiarlas por otras en el mismo Kiosco por veinticinco céntimos de la época. A veces, pudo encontrarse alguna perla. Pero ¿la escritura de Raimon Chandler, de Patricia Highsmith, de Chesterton, de Graham Green, de Wilkie Collins, de Ágata Christie, etc… –literatura negra–, habría que considerarla como género de Kiosco? Cierto que casi todos los novelistas escriben para vender, pero, así como hay productos  de marca, hay productos de mercadillo. Tengo para mí que lo que escribe Himes es, exquisitamente, de marca.


“El ciego con una pistola” es una novela de difícil lectura. Opinión generalizada. Algunos confesaron decepcionados, que incluso, fueron incapaces de terminarla. Otros abominaron de ella por caótica y mal estructurada. Alguno tan solo vio mérito en el titulo y en su prefacio. 
Se echó en falta la introducción que traía la primera edición en español de la novela, con un análisis que podría haber coadyuvado a la comprensión de la lectura.
Me costó entrar en ella en su primer tercio, por su "collage" impresionista, por su ausencia de “suspense”, por su falta de hilo, hasta que constaté que al autor lo que menos le importaba era la historia que conducían sus dos negros protagonistas al servicio del corrupto nihilismo de su jefe blanco, con absoluto cinismo frente a todos y como único respiro dentro del gueto harlemtiano. Lo importante era el medio.

Hay una frase en la novela que considero ser su núcleo: “¿Alguien que viva aquí puede ser honesto? Este sitio fue construido para el vicio…”y la locura. Se refería Chester Himes al Harlem previo a 1969. La novela se publicó en USA en dicho año. Aunque, me atrevería a decir que Himes, quizás, más allá de lo que vio un grupo de tertulianos, utiliza el Harlem perturbado y caótico como una metáfora. Harlem como telón de fondo para mostrar el cómo de la corrupción, el cómo de la violencia que genera el racismo, la marginación, la desigualdad, el supremacismo y la xenofobia. Harlem es el personaje, el relato. Afirmación consentida, especialmente, por los que manifestaron haberles gustado la lectura de la novela. 

“Un ciego con una Pistola” es una novela muy violenta, porque el medio en el que se desarrolla es injustamente terrible y sin esperanza. No hay lideres que aúnen, ni dioses que se impongan, ni sueños que valgan, sino esperpentos al modo Valleinclanesco y Buñuelista, remachando con toda intención un lustre religioso. ¿Se puede presentar algo de modo más esperpéntico que los sueños de salvación? De la misma manera esperpéntica, para Himes, el negro es basura negra y el blanco es basura blanca, y objetivos sobre los que dispara el ciego. No hay salvación para un mundo de ciegos. Ciego que tan solo aparece al final del libro, probablemente para darle nombre a la novela. 

         Himes escribe con una mezcla de humor y cinismo producto de su impiedad, como si vomitara, con arcadas y espasmos.  Lo que tiene de impacto la novela es que nos muestra cómo es la verdad más que el porqué de la misma. Lo manifestó Himes en una entrevista mucho después de la publicación de la novela. Chester Himes hace el trabajo de un forense, rajando, abriendo y mostrando para que el lector, con el estomago revuelto, extraiga su propia consecuencia. Efectivamente, una metáfora ausente de toda moralina, pero un espejo de la violencia desorganizada que podrían acabar produciendo actualmente los lemas de una derechona rampante y descarada, henchida de odio supremacista, de racismo y xenofobia contra la que Chester Himes hace disparar a un ciego de la manera en que un ciego puede hacerlo: a ciegas. Chester Himes carece de esperanza, y estoy seguro de que el ciego volvería a disparar de la misma manera, aunque el Harlem de 2018 sea del todo diferente al que pinta con brocha gorda en la década de los sesenta. 

Esa es, para mí, la actualidad de “Un ciego con una pistola”: que mientras se mira para otra parte, hoy lo mas parecido al Harlem de 1969 sea el producto del filonazismo que rebufa America first, el creciente de la Europa que señala y excluye al diferente. Con idéntico cinismo. El mismo racismo, la misma xenofobia en definitiva.

Después, el piscolabis resultó catártico.

© JCLL. Noviembre 2018.