Ignoro cuanta gente
consulta a Tiresias o a Calchas sobre nuestro devenir. Aunque para ciertas
cosas no es necesaria la consulta.
Es
notorio que nuestro presidente tiene mal fario, y que además lo contagia a los
que le siguen y a aquello que de él depende. No es difícil que ocurra si además, sus coadjutores más directos son gente tan triste como Gallardón, Guindos, Montoro, Sáenz de
Santamaría, Báñez y otras que a su mal fario y a su tristeza hay que añadir que
no tienen flujo; lo suyo es salfuman. ¿A
que sí, Andrea?
Por
poner un ejemplo, ¿no fue a Rajoy al que le pasó lo de los hilitos de plastilina
cuando lo del Prestige? ¡Hay que tener mala suerte, no!
¿No
hay nadie más en el PP al que no le persiga tanto el mal fario? Otro Aznar, no, por favor, que ese además era
subinspector de hacienda venido a más, con cinco rosas prendidas y las flechas
de su haz.
Confieso
que no soy supersticioso, pero cada vez que veo aparecer a Mariano en
televisión o que va al Congreso o a Bruselas, ensayo un conjuro.
Pero
no tiene arreglo. Si hasta Fernández Kirchner se nos subió a las barbas en
cuanto vio el retrato de Rajoy, y aún dijo que no solo no pasaba nada, sino que
además le daba risa.
Yo,
desventurado, voté al PP para castigo de Zapatero y algo de Rubalcaba que en algo
va servido también en lo del mal fario, pero ojalá se me hubieran roto las
manos antes de enseñar el carnet y dar la papeleta para las urnas.
Noté
lo del mal fario enseguida, al cabo de dos semanas. Si hubiera instrumentos medidores
del tal cosa, el medidor hubiera reventado enseguida por arriba. El mal fario se me cayó encima, y encima de casi
todos los españoles por culpa de los imbéciles como yo que se nos ocurrió poner
en tan malas manos nuestra suerte. Si ya estábamos jodidos, ahora más todavía.
Lo malo es que no sólo lo dicen, sino que lo desean y lo aplauden. ¡Hay que tener
jeta! Igualito, igualito que lo de la plastilina.
Lo
malo es que esto no tiene remedio. Su mal fario es congénito y España se hunde
en la miseria mientras esté mandando un gafe tan señalado y tan acompañado de
tantos gafes. ¡Gente triste!
No
es cuestión de saber o no saber, —aunque Rajoy también sabe poco—. Por no saber,
no sabe ni inglés, ni alemán. ¿Cómo no le van a engañar, si no se entera de lo
que platican en sus mismas narices, los europeos del norte, tan mercachifles,
tan protestantes, tan hijos de puta ellos, que sólo desean hundirnos desde aquello
de los tercios de Flandes?
Además,
no se olvide, que la señora Merkel, mi führer, a su salfuman se une también lo
del mal fario, y, quede por cierto, que mientras ella esté al frente de Europa,
Europa se va a la mierda, como siempre se ha ido cuando los alemanes han querido
mear fuera de tiesto, lo que, por desgracia, acostumbran a hacer un par de
veces por siglo.
¡Qué mala suerte!
Preludio 07/2012 ©