La arruga no empieza en el espejo.

Hoy me han dicho que el tiempo lo cambia todo, que nos cambia a cada uno y que hay que saber adaptarnos, y así se justifica la resignación, el exterminio de los sueños y la muerte de la risa. O sea, aceptar la derrota de ser viejos, y me he acordado de “Los que miran”, (Editorial Forcola, 2016) la novela de Remedios Zafra que he leído este verano pasado. Lo tengo subrayado, no por lo nuevo, sino por lo conciso: “Envejecer no es, como la gente piensa, algo que comienza en el espejo. No se origina con las arrugas… La vejez empieza dentro, entristeciendo el deseo, conformando la idea de que la resignación no es un fracaso. La idea de claudicar viene al paso, pesadamente, cada día, queriendo convencer al deseo de que ya está bien, que deje de aspirar a una vida emancipada”.


Mientras escribo esto, escucho The Dream de David Sanborn con su saxofón alto y no es que vuelva a los cuarenta y dos años, pero me gustaría. A Couper también  y me pide que toque ese tema. Mientras lo hago parece que sonríe, y eso que es parco es alumbrar sonrisas. Prefiere mover el rabo, pero no lo hace para que no pierda el "tempo". Es un virtuoso.
Preludio. Octubre 2016.