Redescubrir a Tanizaki

Tanizaki, en el  Elogio de la sombra pretende reflejar la tensión existente entre oscuridad y claridad, algo así como el contraste que desprende “un negativo” a contraluz. En su ensayo literario, Tanizaki reprueba el mundo demasiado brillante de Occidente y celebra la riqueza de la penumbra, como fuente de ambigüedad y de relieve. Los lugares muy iluminados son demasiado limpios, sin misterio y sin historia. 
Tanizaki envida por el disfrute y la tranquilidad de la oscuridad, por las capas que el tiempo deposita en la superficie de las cosas y que las dotan de atractivo. No se trata tanto de explorar lo oscuro de la noche sino  más bien la iluminación ambigua de la oscuridad. 
Una oportunidad para pensar el mundo desde esa extraña luz y tratar de comprender el alcance de un tiempo en sombra y a la vez demasiado iluminado. La sombra es bella.

Diagnóstico

Cooper está enfermo. Lo han ingresado inconsciente.
Me han llamado del ayuntamiento para decírmelo después de rebuscar en su chip.
—¿De qué? —he preguntado a la funcionaria.
—De tristeza —me ha contestado con cierto tono de condolencia.
—Eso es imposible. Cooper es un perro alegre. Además, ¿Cómo puede saberlo usted?
—Eso ha dicho el veterinario cuando lo ha examinado. Lo pone en su diagnóstico. Se lo puedo leer textualmente. Además he visto su foto.
—¿Tiene usted una foto de su tristeza?
—La he visto en el blog del veterinario.
—No me lo diga. Prefiero imaginarlo tal como es: alegre, confiado, resuelto, jovial…
—También está enfermo de inanición.
—No puedo creerlo. Lo siento señorita. Cooper no necesita comer, se alimenta de… claro…  Perdone. Tiene razón el veterinario. ¿Ha dejado alguna cosa para mí?
—Tengo su teléfono. Lo hemos sabido porque tiene un solo contacto. El suyo. Y un mensaje inconcluso que al parecer no ha enviado.
—Léamelo.
—Está en griego.
—Vaya, eso está de moda. Cooper no sabe griego, aunque lee a Kavafis.
—¿En serio?
—Un perro muy raro. ¿Alguna cosa más?
—No.
—Gracias por llamar. Pasaré a visitarlo mañana.
—Cuando pueda. Le sentará bien.
—Gracias de nuevo.
—Ah sí. Perdone. Hay una fecha. Diciembre. ¿Le dice algo?
—No caigo. Lo siento. En fin, cosas de Cooper.

Joe Lovano y el canto de un grillo en la noche.







Me encanta el sonido del saxo tenor de Joe Lovano y la música al piano de Hank Jones. Si a ella, el canto de un grillo pone un contrapunto, el alma se  templa en la noche mientras se acorta. Venus reluce en el cielo y Casiopea espera que la luna pase de largo camino de la aurora. El grillo calla en el solo de Hank y luego replica a Lovano como si dialogaran a cuatros. Lovano no se corta. Genial la noche a la que se unen los ladridos lejanos de los perros. No hay mejor jam session para este martes que empieza.

Cooper duda.

Hace dos días vi a Cooper. Estaba muy desconocido. Con la cabeza humillada, los ojos hundidos,  miraba de lado, con desconfianza. Aparecía sucio, derrotado, echado a la vera del camino. Le he llamado pero ha huido como si temiera todo de la especie humana. Quizás le asista la razón. ¿Qué pensar de la mayoría de los humanos explotados por una minoría, cuya única ambición es poseer sin medida, menos afectos que es lo único que satisface de verdad el corazón del hombre.  Cooper también desconfía después de haberse humanizado. Incluso ya no cree en la manada. Ahora anda solo por el mundo. Piensa que el otro es el peligro y la causa de su desgracia.
No tenía nada que ofrecerle más que un poco de agua tibia de una botella recalentada por los calores de este cuatro de julio, día imperial por antonomasia. Ante su reacción, esperaba que sonara el teléfono, sin embargo ha permanecido mudo todo el día y toda la noche.

Al amanecer han sonado dos timbrazos y enseguida ha enmudecido el movil. Señal evidente de que no le quedaba batería. Le he llamado y, como siempre, no ha dicho nada esperando que yo interpretara su silencio. Los dos nos hemos quedado sin palabras. ¿Para qué, si ninguna de ellas nos valía? Hasta que al final me he atrevido a preguntarle: Entonces… Cooper, ¿para qué me llamas? Antes de que colgara he escuchado que hipaba. Cuando he vuelto a llamarle, ya no ha descolgado. Me he pasado todo el día y toda la noche junto a la verja del jardín esperando que regrese. ¿Señal evidente de que tan solo me interesa acumular afectos? De todos modos, he dejado un hueco en la verja por si necesita de los míos, aunque a estas alturas, después de mirar sus ojos, lo dudo. Su llamada es tan solo un reproche.