La insignificancia de las Moiras y Morir deprisa.




La insignificancia de las Moiras y Morir Deprisa.

 

La vida resulta ser un recipiente frágil de momentos esenciales provocados por la necesidad y el azar que una ráfaga apenas liviana de viento o una decisión eventual puede causar su quiebra.

En el libro de Brigitte Giraud, “Vivir deprisa”, premio Goncourt 2022, publicado por Contraseña Editorial con una traducción sobresaliente al castellano, la narradora retrata, dentro de la corriente de la literatura del yo, de manera profusamente autobiográfica, un extravío y descarrilamiento vivencial durante casi un tercio de su vida al haber quedado expuesta a una serie de fatales circunstancias irracionales o a la impiedad de un hado funesto al que trata de buscar un sentido.

El libro ha sido objeto de la tertulia literaria postrera de las que tienen ocasión y lugar la última semana de cada mes en la Librería Primado. Su propuesta de lectura no estuvo exenta de vacilaciones sin que las motivaciones para su aceptación generalizada resultaran claras. Sin embargo, de manera mayoritaria, los tertulianos manifestaron su complacencia tanto en el contenido como en la forma al diseccionar hasta ciertos pormenores la pérdida y el duelo que para la autora resultan nucleares en el planteamiento y desarrollo de su historia. El fracaso y la derrota, la negación, la culpa y finalmente la aceptación, todo ello retratado de manera aséptica y sin concesión ni tregua al sentimentalismo. Pero tampoco a la imaginación.  La autora nos dice en la primera página todo, a resultas tan solo de unas respuestas imposibles, condicionadas a que el suceder de las cosas sea de otra manera para que quepa necesariamente el pluscuamperfecto. 

 

Estas notas no reflejan el sentir de la tertulia, sino mi sola opinión, sin considerar aportaciones muy valiosas y contrarias de los tertulianos.

 

Para Brigitte Giraud todo había ido bien bajo el favor y la protección de un buen “daimon” hasta el momento de la compra de una casa, donde la narradora y su pareja habían decidido establecerse como un paso exitoso más en su devenir, que se convertirá en un hado aciago, encarnado, finalmente, en una motocicleta siniestra con la que se muere muy deprisa. A todo ello sobreviene, de manera inesperada, un vacío existencial consecuencia de la muerte súbita. Para mí, contrariamente a la visión más optimista del libro, la autora fantasea de manera cuasi extravagante sobre la serie de sucesos atribuidos al azar que conducen a su situación. Al parecer, en opinión de la autora, la vida y la muerte no debieran obedecer a una cadena de casualidades fortuitas que desliza el azar, sino a la necesidad. El azar como algo que es ajeno a nuestras decisiones. La necesidad como decisión frente a lo azaroso e inconsistente. La mención del azar y la necesidad me llevan al recuerdo de la lectura de un libro publicado en 1970 con idéntico título, cuyo autor es Jacques L. Monod, premio nobel de medicina en 1965, para quien el origen de la vida pudo deberse a un inusual accidente químico con ninguna probabilidad de duplicarse. Según Monod, el ser humano se sabe solo y el destino no está escrito en ninguna parte. Su libro va sobre la filosofía del fenómeno científico. Nada directamente relacionado con el libro de Giraud, pero sí cabe deducir, en mi opinión, mientras su lectura, que la mayoría de nuestras decisiones y sus consecuencias están enraizadas en un “fatum” desprovisto de toda brújula. Giraud trata de encontrar esa brújula, y lo que descubre al fin es una saeta que rola sin sentido al albur de inconstantes vientos. Solamente desde esta epifanía, que la conduce a vender su casa fatídica, saldrá de su vacío emocional.

La muerte es la única certeza, y vivir es ir muriendo ab initio, despejando incógnitas. Giraud pretende eliminarlas reduciendo el azar a pura necesidad. Si algo de hermosura puede haber en la muerte la elabora la serie de acontecimientos desconocidos que la conducen a ella.  Al fin y al cabo, eso es la vida.  Es Cloto quien da carrete, Láquesis quien mide el hilo y Ácrotos quien lo corta. Las hermanas Moiras de la mitología griega, precursoras de las Parcas latinas. Nada cabe hacer contra ello, salvo gestionar las decisiones. Giraud hace añicos todos los mitos grecolatinos sobre el destino. Giraud despoja la muerte y la vida de toda belleza. La autora ensalza el duelo hasta hacerlo interminable por inaceptación del azar. Obvia que el “fatum” caprichoso se impone, y lo que hay de inusitado y asombroso es el sueño de poder esquivarlo cuando nos sea hostil.  El motorista decide con todas sus consecuencias sobre un raudal de casualidades, pero sueña con esquivar la muerte. En cambio, Giraud busca obstinadamente la necesidad. Para mí, nada hay roedor en su libro, ni siquiera la compasión por su pérdida y abatimiento. Desde la primera página, bien escrita hasta la última, se sabe todo. Puede que le hayan concedido el premio por su buen oficio de juntar palabras, pero, a mi parecer, no es mérito bastante. Es un libro que defrauda y solo evita que se caiga de las manos su escaso peso. Siempre espero de cualquier libro que me sacuda. En este caso nada me ha conmovido.

Ó jcll. Diciembre 2023