Stoner contra Platón.



John Edward Williams (1922-1994) Escritor norteamericano. 
Ha publicado muy poco, pero su mejor novela se llama Stoner. Más que una gran novela, es una novela perfecta, dijo The New York Times. No es publicidad.  Se publicó en 1965. Existe traducción castellana y la ha publicado la editorial Baile del Sol para su colección narrativa en su quinta edición a propósito del cincuentenario. 

Doscientas cuarenta páginas que se leen con verdadera fruición, a pesar de que en la novela no hay entusiasmo, ni trance, ni pasión. Nada que propicie la catarsis de una vida intrascendente. Stoner, que así se llama el personaje, no es ambiguo, como no es ambiguo el ser ni la esencia. Su vida es pura renuncia a la locura socrática, a todas las promesas de los dioses, porque la realidad no se proyecta en sueños.

Ante la visión fantástica y fraudulenta de la vida que encarna el personaje de Lomax, que todo lo mueve y perturba con intención de permanencia y transgresión, Stoner no solamente no aspira a la inmortalidad, sino que rechaza explícitamente su deseo y prescinde de toda magnificación y de toda épica. Representa el suceder de lo doméstico y cotidiano. 

Stoner pasa por la vida y por la universidad de Misuri, donde enseña literatura inglesa, sin pena ni gloria, no dejando más huella que una mención o una dedicatoria en un libro que aparece en la biblioteca. Stoner representa el fracaso del sueño americano, tan platónico y turbulento.

De esa manera tan realista, John Williams da a luz una obra maestra da la que solo se vendieron 2000 ejemplares el año de su primera publicación, pasando casi de puntillas por la historia reciente de la literatura norteamericana y universal hasta transformarse, después de cincuenta años, en una novela de culto.

© jcll. Abril 2022

La familia Martin, de David Foenkinos.


La familia Martin, de David Foenkinos, editada por Alfaguara en 2021

 

La novela presenta desde las primeras líneas un pulso incierto que trasciende de un modo trágico la posibilidad de cristalizar un relato sin claves hermenéuticas tras la biografía o sus reflejos de una persona desconocida que deviene azarosamente, de manera intencionada desde el punto de vista narrativo, para el que se ofrece como testigo el propio narrador-escritor que finalmente resultará transformador a pesar suyo. 

Su único programa manifiesto es ver y narrar sin pretender implicarse. Primer interrogante con el que se topa el lector. 

Quizá, porque sabe que ello no va a ser posible, el narrador reitera de manera periódica esta intención. No puede ser de otra manera, toda vez que la confusión buscada entre narrador y autor es notoria, tanto que, entre el descriptivismo explicito y la inocuidad latente a la que se ciñe, aparece el espacio y el tiempo narrativo sobre el que discurren las historias de los personajes. 

Si inicialmente parece un remedo experimental al modo de Pirandello en su búsqueda de seis personajes para un autor, Foenkinos no es tan radical. Nada está terminado del todo, pero cabe terminarlo. Si para Pirandello no hay verdad absoluta, anclado en la eterna potencia que conduce al pesimismo. Para Foenkinos la potencia no es siempre en todo momento, sino devenir que tiene mucho de acto. Puro optimismo.

Encuentra las piezas de su puzle en el entorno de las relaciones de pareja donde desmadeja los grandes temas: la soledad, la traición, la enfermedad, el abandono, el abuso, la homosexualidad, la incomprensión.  Todo ello en un juego libre de intensidades que tiene salida.

La familia Martin es una buena novela que se lee con facilidad, y Foenkinos es un excelente escritor.

© jcll. Abril 2022.