La mecanógrafa, de Kate Atkinson

 


                                                         Suelo terminar de leer casi todas las novelas que empiezo, incluidas las que no consiguen atraparme desde el inicio por respeto al esfuerzo de escritor. Cuesta mucho escribir una novela, y tanto más si es buena. De entrada, después de haberla seleccionado para leerla, debo partir de la presunción de bondad. De lo contrario seria pensar que mi elección ha sido chapucera. 
Soy un sentimental.

Con esta no he podido. He dejado la lectura cuando ya me falta menos de un tercio para terminarla porque no pasaba nada, porque la escritura me parecía deslabazada y premiosa, porque el tedio me dominaba y cualquier excusa era bastante para colocar un marcapáginas y cerrar el libro. Porque, finalmente, he llegado a la conclusión de que no era yo quien era descortés con la autora, sino que era ella la que, quizás, era poco considerada conmigo como su lector. Me he dejado engañar y no he sabido evitarlo hasta que he puesto fin a la lectura. Lo siento, no he podido más. Punto. No voy a perder más tiempo con ello.