Los secretos de la memoria.




Celso estaba equivocado. Pensaba que su soledad devendría triste y tediosa el día que no pudiera aceptarla con libertad y se la impusiera el espejo, cuando sus amigos le fueran abandonando porque se sentían viejos y cuando la amnesia de su mujer se fuera haciendo más patente día a día. Sin embargo, podía con ella, y quizás fuera menos dolorosa que sus achaques y dolencias, mientras su memoria se mantenía vigorosa a pesar de sus lagunas.

Celso se refugiaba en sus libros, en los que había escrito y releía con nostalgia y también de los que había hecho acopio durante años, amontonados en sus estanterías, pendientes de lectura. Estaba convencido de que mientras los sintiera vivos seguiría teniendo sueños, miles de sueños con los que vencer su soledad. Una soledad contra la que resistía también con algunas fotografías que siempre se quedaron a un clic de hacerlas desaparecer en la papelera del olvido. Sus nietos, a veces, le preguntaban por ellas cuando abundaba en su añoranza. Entonces solía contestarles que eran retazos de su historia. Lo que nunca decía era que muchas de esas historias que habían conformado su vida estaban en los libros que algún día tendrían que leer. Era una forma de aceptar su soledad, sostenida en sus secretos.

jcll. Octubre 22