De la globalización y nacionalismos.



Cuando parecía que la globalización diluía territorios, países y pueblos para homologarlos y homogeneizarlos, resulta que también produce una fractura entre el lugar donde se produce una cultura y el lugar donde se disfruta de ella.  No es raro descubrir grupos, tribus que se niegan o se resisten a disolverse en lugares que son extraños a los de su origen —escandinavos en España, ingleses en todas partes, americanos del sur en América del norte, los judíos en la diáspora—, dando lugar a comunidades que comparten una idea común que consiste en sentirse diferentes. Estos grupos, que van a ser cada vez mas numerosos  por la facilidad que da la tecnología para la movilidad y para alimentar la imaginación, van a evidenciar que hay una dimensión mas allá del espacio y el tiempo. La humanidad que viene ya no nace automáticamente de realidades objetivas, sino de un proyecto común que no se limita a un territorio y que además es cada vez menos afín con la historia de la comunidad con la que se identifica.
El pasado ha sido un espacio de la memoria, pero también es un granero imaginario al que cada uno recurre como puede o como cree. De ahí,  que la globalización no avance como una invasión de elementos comunes que iguale, sino que es algo más complejo. Es un proceso que consiente de cuando en cuando reinventar discursos y escenarios cimentados en las distintas soberanías, ya sea a nivel nacional  o local. La mayoría de veces, las identidades colectivas son consecuencia de relatos más o menos arbitrarios vinculados genéticamente a los individuos. La identidad no está en nuestro pasado, sino en el presente. El concepto de identidad colectiva no es mas que una forma de camuflaje ideológico, casi siempre base de los nacionalismos de toda estirpe, vengan de oriente o de occidente, de septentrión o de meridión.
De identidad étnica, mejor no hablar.  El cupo lo llenó el siglo XX con efectos desastrosos. Ni etnólogos ni antropólogos se ponen de acuerdo a la hora de aplicar el concepto a las tribus más primitivas.
Es cierto que para la autodefensa de un grupo, las leyes, las costumbres, las maneras de hacer colectivas pueden resultar necesarias, pero no tanto que impidan a toda costa la emancipación de sus miembros. Las diferencias entre individuos prevalecen sobre los rasgos colectivos  a poco que se examinen.
La globalización permite a todos erigir una identidad cultural propia e individual según sus deseos y preferencias, rescatándonos de lazos étnicos y comunitarios que siempre son restrictivos de la libertad.

1 comentario:

  1. Ufffff, esto es para leer con mucha tranquilidad, se me lían los conceptos.
    Un saludo Maestro.

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