Como otros Sísifos.-



Es cierto que no han destrozado muchos sueños y que muchas lesiones no van a tener cura. O al menos no lo veremos. Hemos dejado nuestras esperanzas e incluso nuestras vidas en manos de gente incompetente y deshonesta. Hemos sido cándidos y hemos entregado una confianza que no merecían. Hay quienes han luchado, que su vida la han vivido en el compromiso. Y que por ello mismo al contemplar el paisaje se sienten más derrotados.
Pero es cierto también  que, si miramos más atrás, de alguna manera hemos sido en parte afortunados. Solo con observar el siglo pasado, vemos que ha sido tan cruel como lo peores siglos de la historia, y nosotros al final de ese siglo y en el principio de este pensábamos que caminábamos sobre raíles seguros de progreso y bienestar. Pensábamos que nos habíamos liberado de la dictadura ominosa de los fascismos y de las guerras e inaugurábamos un camino de libertades sin retorno. Ha sido un espejismo.
La caída del muro que, por una parte ha sido buena, por otra, ha roto una contención que de alguna manera nos protegía de un capitalismo brutal y salvaje. Las fuerzas de la barbarie de siempre vuelven a campar por todo el mundo globalizado (dominado con los avances técnicos) y hemos vuelto a ser súbditos, vigilados, controlados y sin derechos.

Reconquistar los derechos de nuevo es una empresa difícil. Volver a empezar como otros Sísifos nos encuentra cansados, con la dificultad de que no hemos sabido enseñar a las generaciones que nos siguen que nada se regala, que los derechos y libertades hay que arrancarlos y mantenerlos con sangre y lágrimas, y no sabemos si esas generaciones están dispuestas a ser libres o prefieren seguir siendo vasallos. Todavía han sufrido poco para decir con convicción: ¡Ya basta!  

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