También estuve en la Torre.

Al atardecer del viernes pasado,  último de Agosto, yo también estuve en la Torre Vella junto con una docena de escritores que igualmente habían sido invitados a un encuentro que por tercer año consecutivo tenía lugar en la capital de la Costa dorada para revivir su paisaje, un escenario para la literatura. El paisaje, como la luna de aquella noche, acrecía.
Schopenhauer decía que el hombre a quien basta su riqueza interior y que exige muy poco al mundo exterior para su diversión es feliz, porque importar no solo es caro, sino además es esclavizador y expone a desengaños  al no ser más que un sucedáneo.  Puede que tenga razón el filósofo alemán del pesimismo profundo, sin embargo, confieso que yo necesito del  paisaje exterior, presente o pasado. Percibo que es necesario el escenario para interpretar mi vida, o reinterpretarla desde el pasado y sentirme actor  o persona, que es lo mismo. Al sentirme rodeado de lo exterior, encerrado en el paisaje, mi vida cobra más sentido y completa al personaje. ¿Acaso el decorado es menos real que yo? ¿Y no es este parte de la memoria? Soy un actor que se reencarna al bucear en ella, con igual o parecida perspectiva y al escribirlo intento hacer literatura.
Cierto que el decorado cambia como la escenografía. Que lo que fue, hoy es ruina. Pero la cuestión es sencilla: El paisaje también es vida.
Con este sentimiento atravesé la otra noche el pórtico del patio rectangular de la Torre Vella. Las sillas estaban ordenadas, los micrófonos preparados, los instrumentos de la rondalla afinados, mis compañeros expectantes y el público a la espera. Ni una hoja del gran ficus que escala el muro de poniente se movía. El tiempo parecía que se había detenido un instante para una fotografía imperecedera y recreaba una atmósfera mágica. Quinientos años de historia. De pronto todo empezó a moverse de nuevo, incluida la luna que ascendía por la muralla mientras el sol se retiraba del todo, y pensé que el tiempo es un río tempestuoso que todo se lo lleva por delante hasta que escuché la voz de la presentadora que decía: Bienvenidos a este paisaje.  Por tercer año consecutivo la Torre Vella nos convocaba.  Esta vez no era deferencia, sino relato, poema y sueño. Salou era literatura, y rectifiqué mi pensamiento: El tiempo todo se lo lleva por delante, menos los sueños si tienen raíces profundas. 
Yo, por fortuna, estuve el viernes pasado en la Torre Vella con una docena de escritores donde arraigamos sueños mientras atardecía.

© Preludio.jcll. Septiembre 2015.

1 comentario:

  1. El resultado ha sido espléndido, señor escritor. Bárbara, tal como te comenté, tuvo la gentileza de enviarme el tomito impreso con vuestra participación ^_^
    "El apartamento de Salou" nos ha gustado mucho a Juan y a mí. Muy en tu línea, conciso y breve escrito pero muy descriptivo y bien repleto de guiños al lector.
    ¡¡¡Enhorabuena!!!
    Saludos muy cordiales.

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