Cooper duda.

Hace dos días vi a Cooper. Estaba muy desconocido. Con la cabeza humillada, los ojos hundidos,  miraba de lado, con desconfianza. Aparecía sucio, derrotado, echado a la vera del camino. Le he llamado pero ha huido como si temiera todo de la especie humana. Quizás le asista la razón. ¿Qué pensar de la mayoría de los humanos explotados por una minoría, cuya única ambición es poseer sin medida, menos afectos que es lo único que satisface de verdad el corazón del hombre.  Cooper también desconfía después de haberse humanizado. Incluso ya no cree en la manada. Ahora anda solo por el mundo. Piensa que el otro es el peligro y la causa de su desgracia.
No tenía nada que ofrecerle más que un poco de agua tibia de una botella recalentada por los calores de este cuatro de julio, día imperial por antonomasia. Ante su reacción, esperaba que sonara el teléfono, sin embargo ha permanecido mudo todo el día y toda la noche.

Al amanecer han sonado dos timbrazos y enseguida ha enmudecido el movil. Señal evidente de que no le quedaba batería. Le he llamado y, como siempre, no ha dicho nada esperando que yo interpretara su silencio. Los dos nos hemos quedado sin palabras. ¿Para qué, si ninguna de ellas nos valía? Hasta que al final me he atrevido a preguntarle: Entonces… Cooper, ¿para qué me llamas? Antes de que colgara he escuchado que hipaba. Cuando he vuelto a llamarle, ya no ha descolgado. Me he pasado todo el día y toda la noche junto a la verja del jardín esperando que regrese. ¿Señal evidente de que tan solo me interesa acumular afectos? De todos modos, he dejado un hueco en la verja por si necesita de los míos, aunque a estas alturas, después de mirar sus ojos, lo dudo. Su llamada es tan solo un reproche.

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