“Si la razón dice que
la vida es irracional, según Bernad Shaw, la vida debe contentarse con
responder que la razón no tiene vida; la vida es lo fundamental, y si la razón
le estorba, hay que pisotear a la razón y arrojarla al lodo entre las más abyectas
supersticiones. En el sentido ordinario,
sería singularmente absurdo insinuar que Shaw desea que el hombre sea un puro
animal, pues eso va siempre asociado con la lujuria o la incontinencia, y los
ideales de Shaw son rectos e higiénicos. Pero existe otro significado por el
que pudiera decirse que Shaw desea que el hombre sea un animal. Es decir,
quiere que se aferre eternamente a la vida, al espíritu de lo animado, a lo que
sea común a él, a los pájaros, a las plantas. El hombre debe tener la ciega fe de
una bestia: debe de ser tan místicamente inmutable como una vaca y tan sordo a
los sofismas como un pez. Shaw no quiere
que sea filosofo ni artista, y es menor su deseo de que sea un hombre, que el
de que, en este sentido, sea un animal. Ha de marchar tras la bandera de la
vida por una convicción tan feroz como todas las demás criaturas la siguen por
instinto”.
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